El golpe de ariete aparece cuando se cierra bruscamente una válvula y la columna de agua cambia de velocidad, generando una onda de presión que vibra tuberías y soportes. Se percibe como un “tac” o “martillazo”, a menudo nocturno. El zumbido de ventilador, en cambio, suele concentrarse en frecuencias bajas cercanas a 50–60 Hz y sus armónicos, aumentando con la velocidad. Diferenciar impulsos breves de ruidos continuos orienta la estrategia: absorción y amortiguamiento para impactos hidráulicos, balanceo, desacople y control de velocidad para equipos rotativos.
En apartamentos compactos, tabiques de yeso laminado y forjados con poco espesor pueden actuar como cajas acústicas, amplificando bandas específicas. Un soporte rígido mal ubicado convierte la pared en membrana resonante. Pequeñas modificaciones, como interponer caucho en abrazaderas, redistribuir puntos de anclaje y añadir masa donde conviene, desplazan frecuencias críticas fuera de la zona molesta. También ayuda desacoplar pasos de instalaciones con collarines elásticos y sellados elastoacústicos, evitando puentes rígidos que reinyectan energía en superficies que, por su baja masa, responden exageradamente al más mínimo estímulo vibratorio.
El ruido aéreo se atenúa al cerrar puertas, mejora con materiales absorbentes y cambia claramente al modificar la trayectoria del aire. El ruido estructural se percibe como vibración al tacto en paredes o suelos, atraviesa cerramientos y a menudo empeora con horas de menor ruido de fondo. Pruebas sencillas, como apoyar un destornillador a modo de estetoscopio en anclajes, revelan si la energía viaja por la estructura. Identificar el tipo determina el remedio: absorción y redirección del flujo para lo aéreo; desacople, amortiguamiento y redistribución de soportes para lo estructural.
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